Montecarlo, abril de 2025 — El mundo del tenis celebraba la esperada victoria de Novak Djokovic en el prestigioso Monte-Carlo Masters, pero lo que realmente dejó al público sin palabras no fue su dominio en la pista… sino el gesto profundamente humano que realizó momentos después de alzar el trofeo.
En medio de los flashes, las entrevistas y la ovación del público, Djokovic se apartó de los festejos oficiales y caminó directo hacia la grada, donde una mujer de 80 años —pequeña, de cabello gris, envuelta en una bufanda con la bandera de Serbia— lo observaba con lágrimas en los ojos. Su nombre es Doña Emilia Petrović, una mujer que trabajó durante más de 30 años como empleada doméstica en la casa de la familia Djokovic en Belgrado.
Según fuentes cercanas al tenista, Doña Emilia fue como una abuela para Novak durante su infancia. “Le preparaba el desayuno cada día, le cosía los pantalones rotos cuando regresaba de jugar al tenis, y hasta le contaba cuentos cuando tenía miedo de las tormentas”, recuerda Milica, una amiga de la familia.
Al enterarse de que Djokovic jugaría la final en Montecarlo, Emilia, quien ahora vive en una residencia para ancianos, insistió en viajar para verlo jugar, por primera vez como espectadora y no como cuidadora. Fue Djokovic quien personalmente organizó su traslado en avión privado desde Serbia y le reservó el mejor asiento en el estadio, junto a su familia.
Tras ganar el último punto contra Carlos Alcaraz con una derecha cruzada impecable, Djokovic no lanzó su raqueta ni se arrodilló como de costumbre. En cambio, corrió hasta el borde de la pista, subió por las gradas y abrazó a Emilia, fundiéndose con ella en un llanto silencioso que conmovió hasta al personal de seguridad.
“Esta victoria es para ti”, le susurró al oído. “Sin tu amor, tu paciencia y tus historias, yo no estaría aquí hoy.”
El momento fue captado por las cámaras y se volvió viral en segundos. Las redes sociales explotaron con mensajes como “Djokovic no solo es un campeón, es un ser humano extraordinario” y “¡Esto vale más que cualquier Grand Slam!”
Pero la historia no terminó ahí. En la rueda de prensa posterior, Djokovic hizo otro anuncio que dejó al mundo con la boca abierta: había decidido donar el premio económico del torneo —más de 800.000 euros— para crear una fundación con el nombre de Emilia Petrović, destinada a ayudar a mujeres mayores en situación de vulnerabilidad en los Balcanes.
“Mi país está lleno de Emilias. Mujeres invisibles que lo dieron todo sin pedir nada a cambio. Es hora de devolverles algo”, declaró emocionado.
La fundación, que comenzará sus operaciones en otoño, ofrecerá viviendas dignas, acceso a atención médica, apoyo emocional y talleres para mujeres mayores de 65 años.
Aunque algunos críticos afirmaban que Djokovic estaba en declive tras un 2024 sin títulos importantes, esta victoria —la número 41 en Masters 1000— no solo demuestra que sigue en forma, sino que también está escribiendo un capítulo distinto en su legado: el de un héroe silencioso fuera de las pistas.
Los expertos deportivos ya califican este Monte-Carlo Masters como uno de los momentos más emotivos en la historia del tenis moderno.
“Novak Djokovic ha cambiado. Ya no juega solo para ganar, juega para inspirar,” comentó la periodista deportiva italiana Lara Romano.
Y quizás tenga razón. Porque mientras el trofeo de Montecarlo brilla en una vitrina, el verdadero oro está en el corazón de quienes presenciaron el abrazo eterno entre un campeón y la mujer que creyó en él desde el principio.