La temporada 2025 de Fórmula 1, ya marcada por intensas batallas en la pista, se ve ahora sacudida por una tormenta fuera de ella. En el centro de esta agitación se encuentra Mohammed Ben Sulayem, presidente de la Federación Internacional del Automóvil (FIA), cuya gestión autoritaria y decisiones controvertidas han provocado una revuelta sin precedentes entre los pilotos. Desde Max Verstappen hasta Lewis Hamilton, incluyendo la Asociación de Pilotos de Grandes Premios (GPDA), las estrellas de la F1 se pronuncian, denunciando un “caos” que amenaza la integridad del deporte. ¿Qué está pasando en la FIA? ¿Por qué Ben Sulayem se ha convertido en el blanco de tanta ira? Analicemos a fondo esta crisis que sacude la Fórmula 1.

Desde que asumió la presidencia de la FIA en diciembre de 2021, Mohammed Ben Sulayem, expiloto de rally emiratí, ha prometido reformas ambiciosas: mayor transparencia, una gobernanza moderna y un automovilismo más seguro. Sin embargo, tres años después, su historial no es unánime. Pilotos, equipos e incluso miembros internos de la FIA critican a Ben Sulayem por su estilo de gestión autoritario, sus decisiones inconsistentes y su falta de escucha. “Es un desastre”, declaró el director de Haas, Ayao Komatsu, resumiendo un sentimiento ampliamente compartido en el paddock.
Un importante punto de fricción es la cruzada de Ben Sulayem contra las palabrotas de los pilotos. En 2024, se impusieron severas sanciones a Max Verstappen y Charles Leclerc por comentarios considerados inapropiados, como usar la palabra “joder” en una rueda de prensa. Verstappen, condenado a servicios comunitarios en Singapur, criticó públicamente a la FIA, calificando las medidas de “ridículas”. La GPDA, liderada por George Russell y Sebastian Vettel, emitió un comunicado mordaz en noviembre de 2024, instando a Ben Sulayem a tratar a los pilotos como “adultos” y a revisar su propio lenguaje. “Pedimos al presidente de la FIA que reflexione sobre su tono al dirigirse a nuestros miembros”, escribió la asociación, denunciando las normas percibidas como condescendientes.

El descontento no se limita a los pilotos. Internamente, la FIA atraviesa una crisis sin precedentes. En 2024, varias figuras clave abandonaron la organización, a menudo en circunstancias preocupantes. El director de carrera, Niels Wittich, fue despedido a mitad de temporada, justo antes del Gran Premio de Las Vegas, una decisión que conmocionó al paddock. Tim Mayer, miembro veterano de los comisarios, también fue destituido. Más recientemente, en abril de 2025, Robert Reid, vicepresidente deportivo, dio un portazo con una incendiaria carta abierta, acusando a Ben Sulayem de “erosionar los principios de gobernanza” y de gestionar con miedo. Reid reveló que le cortaron el acceso a sus correos electrónicos de trabajo tras negarse a firmar un acuerdo de confidencialidad impuesto por el presidente.
Estas salidas se suman a las sospechas de interferencia en los resultados deportivos. En 2023, Ben Sulayem presuntamente intervino personalmente para anular una sanción impuesta a Fernando Alonso durante el Gran Premio de Arabia Saudí, lo que permitió al español conservar su puesto en el podio. Otro caso, revelado por la BBC, sugiere que intentó sabotear la homologación del circuito de Las Vegas ese mismo año, ordenando a sus equipos que buscaran lagunas legales para bloquear la carrera. Estas acusaciones, realizadas por denunciantes, llevaron al comité de ética de la FIA a abrir investigaciones, pero aún no se han publicado resultados concretos.
Ante este clima de desconfianza, los pilotos decidieron romper el silencio. Durante el Gran Premio de Catar de 2024, Verstappen mantuvo una reunión de 30 minutos con Ben Sulayem para rebajar la tensión, pero sin resultados duraderos. La GPDA intensificó sus críticas, exigiendo responsabilidades por el uso de las multas a los pilotos, estimadas en varios millones de euros al año. “¿Adónde va este dinero?”, preguntó Russell, señalando la falta de transparencia. Ben Sulayem respondió con desdén: “No es asunto suyo. Que se centren en las carreras”. Esta réplica echó más leña al fuego, reforzando la sensación de un presidente desconectado de sus pilotos.
En redes sociales, la afición se está involucrando. Publicaciones con contenido sexual exigen la dimisión de Ben Sulayem, denunciando su “toxicidad” y “autoritarismo”. Un usuario escribió: “La corrupción y el despido de quienes lo desafían hacen que la FIA y la F1 sean despreciables para la afición, los pilotos y los equipos”. Estos sentimientos reflejan una profunda crisis de confianza, agravada por decisiones como la intensificación de las medidas represivas contra los juramentos en 2025, con multas millonarias y amenazas de suspensión.
La revuelta de pilotos y las dimisiones en cascada plantean una pregunta crucial: ¿puede la FIA continuar bajo el liderazgo de Bin Sulayem? Con las elecciones presidenciales programadas para este otoño, se está formando un frente anti-Bin Sulayem. Según informes, David Richards, presidente de Motorsport UK, está considerando presentarse, impulsado por las demandas de una gobernanza más transparente. Mientras tanto, la propia F1 sufre esta inestabilidad. Mientras Liberty Media, propietaria de los derechos comerciales, prospera gracias a la expansión global del deporte, la FIA lucha por mantenerse al día, atrapada entre escándalos y luchas de poder.
Para los pilotos, el reto es claro: restaurar el respeto mutuo y garantizar que la F1 siga siendo un deporte apasionante, no una burocracia punitiva. “Amamos este deporte, pero queremos que se nos escuche”, dijo Hamilton, resumiendo el ambiente en el paddock. Con la temporada 2025 en pleno apogeo, una cosa es segura: la batalla entre los pilotos y Ben Sulayem está lejos de terminar. La Fórmula 1, un deporte de velocidad y emoción, se encuentra en una encrucijada. ¿Terminará el caos en la FIA o conducirá a una revolución total en su gobernanza? Los próximos meses serán decisivos.