La noche del partido entre Indiana Fever y Connecticut Sun parecía destinada a ser solo otro capítulo más en la temporada de la WNBA, hasta que Sophie Cunningham decidió cambiar el guion. Con una mezcla de furia, convicción y lealtad inquebrantable, la jugadora de las Phoenix Mercury fue expulsada tras una pelea que se desató por una jugada dura contra Caitlin Clark, la joven sensación que ha revolucionado la liga.

Todo ocurrió en el tercer cuarto. Clark recibió una falta flagrante que dejó al público enmudecido. Pero antes de que los árbitros pudieran siquiera revisar la acción, Cunningham ya estaba sobre la jugadora de las Sun que había golpeado a Clark. Un empujón, gritos, rostros tensos, y en cuestión de segundos, el caos estalló en la cancha. Cunningham fue separada a la fuerza por sus compañeras mientras la árbitra principal la expulsaba del partido sin dudarlo.

Pero la verdadera tormenta no estalló en la cancha. Estalló en Instagram.

Apenas minutos después de abandonar el pabellón, Sophie Cunningham publicó una historia en su cuenta con una foto de sus zapatillas —aún con el polvo del partido— y un mensaje que hizo vibrar toda la comunidad del baloncesto femenino: “I’d do it again. Every damn time. For her.”
Ocho palabras. Ocho palabras que sacudieron a la WNBA más que cualquier triple desde media cancha. Porque no fue solo una declaración de principios, fue un grito de guerra. Fue un “ya basta” ante los golpes que Clark ha venido recibiendo, no solo físicamente, sino también simbólicamente, desde su llegada a la liga.
Los comentarios no tardaron en llegar. Algunas figuras legendarias de la liga respaldaron públicamente a Cunningham, agradeciéndole su valentía. Entre ellas, Diana Taurasi escribió: “Lealtad como esa no se enseña. Se tiene o no se tiene”. Por otro lado, algunas voces críticas señalaron que lo de Cunningham fue una reacción desmedida y que incita a la violencia. Pero incluso entre quienes la cuestionan, se sintió un respeto palpable por lo que representa.
Lo cierto es que Caitlin Clark, a sus apenas 23 años, se ha convertido en un fenómeno de masas, arrastrando millones de espectadores, llenando estadios y generando debates. Pero también ha sido blanco de contacto físico extremo y actitudes hostiles en la cancha, como si su éxito fuera una amenaza para el status quo. En ese contexto, lo que hizo Sophie no fue solo defender a una compañera, sino proteger un símbolo.
La WNBA, por su parte, emitió un comunicado breve y ambiguo, señalando que se revisarán los protocolos de conducta tras el incidente. Pero más allá de cualquier sanción, el gesto de Sophie ya quedó grabado en la memoria colectiva. Y su publicación, convertida en captura viral, ya circula por todo internet como una muestra de lo que significa la hermandad dentro y fuera de la cancha.
No es la primera vez que Cunningham demuestra carácter. Pero esta vez, su acto trascendió. No solo por la pelea. No solo por la expulsión. Sino porque, en un mundo donde muchos eligen callar para evitar polémicas, ella eligió hablar. Y lo hizo con solo ocho palabras.
La pregunta ahora es: ¿cuántas jugadoras más están dispuestas a hacer lo mismo? Porque el mensaje ha sido claro: quien toque a Caitlin, se encuentra con Sophie. Y eso, en esta nueva era del baloncesto femenino, puede cambiarlo todo.