Un descubrimiento fascinante llamó recientemente la atención de arqueólogos e investigadores: una momia egipcia apodada “la mujer que grita”. Su expresión facial, oscura y aterradora, con los ojos en blanco y la boca muy abierta, evoca escalofríos en quien lo ve por primera vez. Enterrada hace más de 3.000 años en la tumba de Semnut, un arquitecto real de la XIX Dinastía, esta mujer sigue siendo un misterio.
A diferencia de las fastuosas prácticas funerarias que se observaban generalmente en aquella época, su cuerpo yacía en un sencillo ataúd de madera, acompañado de dos anillos de plata grabados con escarabajos. En la cabeza le habían colocado cuidadosamente una peluca finamente trenzada. Aunque su entierro parece modesto, sorprende la atención prestada a la conservación de su cadáver. Los embalsamadores lograron mantener intactos sus órganos internos, una práctica inusual en la época en la que la sustracción de órganos era común.
Su cuerpo medía aproximadamente 1,54 metros y se cree que murió a la edad de 48 años, padeciendo artritis pero sin otros signos importantes de enfermedad grave. Sin embargo, las circunstancias de su muerte y la inquietante expresión facial de la momia han alimentado durante mucho tiempo las especulaciones. Algunos creían que la habían enterrado viva, luchando desesperadamente contra quienes la habrían encerrado en su ataúd.
Gracias a tecnologías modernas como la tomografía computarizada, el análisis de difracción de rayos X y la espectroscopia infrarroja, los investigadores han descartado esta hipótesis. Según Sahar Saleem, científica de la Universidad de El Cairo, esta aterradora expresión podría deberse al rigor mortis. Este fenómeno se produce después de la muerte, cuando los músculos del cuerpo se contraen, dando en ocasiones la impresión de una muerte dolorosa. Saleem explica que es posible que los embalsamadores hayan colocado su cuerpo en el ataúd antes de que esta rigidez desapareciera, impidiendo que la boca se cerrara.
Detalles sutiles refuerzan la idea de que esta mujer tenía cierta importancia. Su peluca, por ejemplo, fue tratada con cristales de cuarzo, magnetita y albita para darle un color negro y una dureza parecida al cabello real. Aunque su ataúd era sencillo, se encontraba en excelentes condiciones, sin daños ni signos de podredumbre, lo que refleja el cuidado puesto en su entierro.
A pesar de todos los avances científicos, la identidad de esta mujer y las circunstancias exactas de su muerte siguen siendo un misterio. Sin embargo, el estudio de sus restos ofrece información valiosa sobre las costumbres funerarias y la vida cotidiana en el antiguo Egipto. Lo cierto es que esta momia sigue fascinando, recordándonos cómo los enigmas del pasado aún pueden cautivarnos hoy.