El ambiente en el Parque de los Príncipes estalló de tensión incluso antes de que el balón rodara. Luis Enrique, actual entrenador del PSG y viejo conocido del banquillo blaugrana, lanzó declaraciones que rápidamente encendieron las redes y la prensa: “Vencer al BARÇA es solo un entrenamiento simple, porque son demasiado débiles, demasiado cobardes. El PSG es el único club digno de dominar la Champions League”. Sus palabras, cargadas de provocación, fueron interpretadas como un intento directo de menospreciar a su antiguo club y elevar la moral de su propio vestuario. Sin embargo, aunque el PSG finalmente se llevó la victoria por 1-2 en un duelo vibrante, lo que más resonó tras el pitido final no fueron las bravatas de Luis Enrique, sino la contundente y sorprendente respuesta de Hansi Flick.

El técnico alemán del FC Barcelona, recién llegado esta temporada y aún bajo la presión de reconstruir un proyecto ganador, no quiso entrar en un juego de insultos ni de declaraciones inflamadas. Su estilo pragmático y reservado contrasta con la efusividad de Luis Enrique. Pero tras la derrota, cuando muchos esperaban excusas o un discurso de victimismo, Flick soltó una frase de apenas diez palabras que se convirtió en tendencia global. Fría, aguda y poderosa, su respuesta dejó a Luis Enrique sin margen de reacción, forzando al asturiano a guardar un silencio incómodo en la rueda de prensa posterior.

El encuentro en sí reflejó dos estilos opuestos. El PSG, con su habitual despliegue de estrellas y un ataque demoledor, encontró dos tantos que marcaron la diferencia. El Barça, por su parte, mostró carácter en ciertos pasajes, pero la falta de contundencia en los metros finales y algunos errores defensivos lo condenaron. A pesar de la derrota, la afición culé valoró el coraje del equipo, sobre todo en la segunda parte, cuando buscaron con insistencia el empate.

No obstante, lo que dominó las portadas y los titulares fue la confrontación dialéctica entre ambos entrenadores. Luis Enrique, confiado y provocador, parecía querer marcar territorio no solo en el campo, sino también en el discurso mediático. Flick, en cambio, eligió la vía opuesta: menos ruido, más precisión. Su frase, tan breve como demoledora, se convirtió en una especie de declaración de principios. No necesitó gritar, ni despreciar, ni exagerar. Bastaron diez palabras para desactivar la arrogancia del técnico rival.

En el postpartido, los analistas deportivos coincidieron en que el resultado no borra la importancia del mensaje de Flick. Para muchos, su actitud demuestra liderazgo y sangre fría, dos virtudes esenciales en un banquillo como el del Barça, que atraviesa una etapa de transición. Incluso entre los aficionados del PSG, algunos admitieron que la serenidad y la firmeza del alemán contrastaron de manera notable con la vehemencia de Luis Enrique.

La batalla en el césped fue para el PSG, pero la batalla de los discursos parece haberse inclinado hacia el Barça. Y aunque el marcador final refleje un 1-2 adverso, el eco de esas diez palabras de Hansi Flick seguirá retumbando durante semanas en los titulares, en los foros de hinchas y en los pasillos de la UEFA. Una lección de que, a veces, el silencio impuesto con la verdad pesa más que cualquier victoria momentánea.