El mundo de la natación se ha visto sumido en la agitación tras una ardiente declaración de la campeona australiana Mollie O’Callaghan. En un giro impactante de los acontecimientos, la medallista de oro olímpica ha declarado públicamente que no competirá en los Juegos Olímpicos de 2028 si a Lia Thomas, la nadadora transgénero de Estados Unidos, se le permite participar en los eventos femeninos. Las palabras de O’Callaghan han encendido uno de los debates más intensos y divisivos en el deporte internacional en los últimos tiempos, obligando a la Federación Mundial de Acuáticos a emitir una respuesta inmediata.

Según O’Callaghan, su decisión no se debe a prejuicios personales sino a lo que ella llama “la integridad de los deportes femeninos”. Durante una entrevista cargada de emociones, afirmó: “No competiré en los Juegos Olímpicos de 2028 si ese hombre, Lia Thomas, está en la categoría femenina. Déjenlo competir con los hombres. No debería estar aquí. Compartir una piscina con Lia Thomas es un insulto y una vergüenza”. La declaración se difundió rápidamente en las redes sociales y en cuestión de minutos aparecieron miles de comentarios. Sus partidarios elogiaron su valentía por hablar abiertamente, mientras que los críticos la acusaron de promover la discriminación y la transfobia.

Lia Thomas, quien hizo historia como la primera atleta abiertamente transgénero en ganar un título de natación femenina de la NCAA, ha estado en el centro de una larga controversia sobre la identidad de género y la equidad en la competencia. Los defensores de la inclusión argumentan que los atletas transgénero merecen los mismos derechos para competir, mientras que los opositores afirman que las diferencias biológicas otorgan a las mujeres trans ventajas físicas injustas. Las palabras de O’Callaghan ahora han reavivado ese debate a escala global, ejerciendo una presión renovada sobre los órganos de gobierno para que definan políticas claras y consistentes.

La Federación Mundial de Acuáticos respondió rápidamente y emitió una breve declaración que enfatizó el compromiso de la organización con la justicia y la inclusión. “Somos conscientes de los comentarios recientes hechos por los atletas y deseamos reiterar que todas las reglas de participación se basan en evidencia científica y están diseñadas para garantizar tanto la inclusión como la integridad competitiva”, se lee en el comunicado. Fuentes dentro de la federación revelaron que ya se están programando reuniones de emergencia para abordar la creciente reacción y los posibles boicots de los nadadores que comparten la opinión de O’Callaghan.
Dentro de Australia, las opiniones están divididas. Algunos ex atletas han salido a defender a O’Callaghan, calificándola de “valiente” por expresar lo que muchos sienten pero temen decir públicamente. Otros, sin embargo, han criticado su tono y elección de palabras, advirtiendo que sus comentarios podrían dañar la reputación de la natación australiana en el escenario mundial. El Comité Olímpico Australiano aún no ha publicado una respuesta oficial, pero fuentes internas sugieren que la cuestión podría convertirse en un conflicto diplomático si no se maneja con cuidado.
Mientras tanto, Lia Thomas optó por no responder públicamente y mantuvo el silencio a pesar de las crecientes solicitudes de comentarios. Sus representantes han declarado que ella se está centrando en la formación y no participará en “debates divisivos u hostiles”. Sin embargo, su nombre se ha convertido una vez más en un pararrayos de controversia, con medios de comunicación, comentaristas y fanáticos de todo el mundo opinando sobre lo que rápidamente se está convirtiendo en una de las historias definitorias del deporte moderno.
Mientras continúa la cuenta regresiva para los Juegos Olímpicos de 2028, la cuestión de a quién se le debe permitir competir (y bajo qué condiciones) ha adquirido una nueva urgencia. Puede que la declaración de Mollie O’Callaghan haya comenzado como una protesta personal, pero ha evolucionado hasta convertirse en un momento decisivo para toda la comunidad deportiva. Queda por ver si esto conducirá a reformas, división o solidaridad, pero una cosa es segura: el mundo de la natación nunca volverá a ser el mismo.