Los científicos secuenciaron el ADN de Ötzi, el Hombre de Hielo, de 5.000 años de antigüedad, y el hallazgo sorprendió al mundo y cambió la historia para siempre.

En 1991, un descubrimiento en las alturas de los Alpes italianos dejó al mundo sin aliento. Un cuerpo congelado, hallado por excursionistas en el glaciar de Similaun, parecía ser un montañista perdido. Sin embargo, lo que los científicos desentrañaron tras años de estudio no solo desafió las expectativas, sino que reescribió la historia de la humanidad. Este no era un cadáver moderno, sino un hombre que vivió hace más de 5.000 años. Bautizado como Ötzi, el Hombre de Hielo, su ADN ha revelado secretos que han sorprendido a investigadores y han transformado nuestra comprensión de la Europa antigua.

El descubrimiento de Ötzi ocurrió por casualidad. Dos excursionistas alemanes, Helmut y Erika Simon, encontraron el cuerpo mientras caminaban por los Alpes de Ötztal, cerca de la frontera entre Austria e Italia. Al principio, las autoridades asumieron que se trataba de un alpinista fallecido recientemente. Pero al examinarlo, los científicos se dieron cuenta de que estaban ante algo mucho más extraordinario. La datación por carbono-14 reveló que Ötzi vivió alrededor del 3300 a.C., en la transición entre el Neolítico y la Edad del Cobre. “Nunca imaginé que nuestro hallazgo cambiaría la forma en que vemos la prehistoria”, comentó Erika Simon años después en una entrevista con National Geographic.

El cuerpo de Ötzi, preservado de manera excepcional por el hielo, ofrecía una ventana única al pasado. No solo estaba intacto su cuerpo, sino también su ropa, herramientas y hasta el contenido de su estómago. Sin embargo, fue el análisis de su ADN lo que desató una revolución en la arqueología. Los científicos, liderados por el Instituto de Investigación de Momias de Bolzano, Italia, lograron secuenciar su genoma completo en 2012, y los resultados siguen generando asombro.

La secuenciación del ADN de Ötzi permitió a los investigadores reconstruir no solo su ascendencia, sino también detalles íntimos sobre su vida. Según el genetista Johannes Krause, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, “el genoma de Ötzi es como un libro abierto que nos cuenta cómo vivía la gente hace miles de años”. Los análisis revelaron que Ötzi tenía una ascendencia genética vinculada a las poblaciones agrícolas tempranas del Cercano Oriente, que se extendieron por Europa durante el Neolítico. Pero lo que sorprendió a los científicos fue la presencia de marcadores genéticos que lo conectaban con poblaciones modernas de Córcega y Cerdeña, más que con los habitantes actuales de los Alpes.

Además, el ADN de Ötzi mostró que era intolerante a la lactosa, una característica común en los adultos de su época, cuando la capacidad de digerir la leche en la edad adulta aún no se había desarrollado ampliamente en Europa. También se descubrió que tenía predisposición a enfermedades cardiovasculares, un hallazgo sorprendente dado que estas condiciones suelen asociarse con estilos de vida modernos. “Encontrar evidencias de problemas cardíacos en un hombre de hace 5.000 años nos obliga a repensar lo que sabemos sobre la salud en la prehistoria”, afirmó Albert Zink, director del Instituto de Investigación de Momias.

El análisis genético no solo desveló la ascendencia de Ötzi, sino también su apariencia física. Los científicos determinaron que tenía ojos marrones, cabello oscuro y una piel que probablemente era más oscura de lo que se esperaba para un europeo de su tiempo. Este descubrimiento desafió las suposiciones previas sobre la apariencia de las poblaciones europeas antiguas. Además, Ötzi tenía tatuajes, un total de 61 marcas realizadas mediante incisiones y carbón, lo que sugiere que podría haber tenido un propósito ritual o terapéutico. “Estos tatuajes son un testimonio de las prácticas culturales de la época, posiblemente relacionadas con la curación o la identidad”, explicó Zink.

El retrato de Ötzi se volvió aún más vívido al analizar su ropa y herramientas. Vestía un abrigo de piel de cabra, un gorro de oso y llevaba un hacha de cobre, un objeto que indicaba un estatus elevado en su comunidad. Su arco y flechas, junto con una daga de sílex, sugieren que era un cazador o guerrero experimentado. Pero lo que más intrigó a los investigadores fue el contenido de su estómago: restos de carne de cabra montés y ciervo, junto con granos, lo que indica una dieta diversa que combinaba la caza con la agricultura incipiente.

Uno de los aspectos más fascinantes del estudio de Ötzi es la reconstrucción de sus últimas horas. Los análisis forenses revelaron que no murió de causas naturales. Una punta de flecha alojada en su hombro izquierdo, descubierta en 2001 mediante rayos X, indica que fue herido de gravedad. Además, presentaba cortes en las manos y un golpe en la cabeza, lo que sugiere que participó en un enfrentamiento violento antes de morir. “Ötzi no tuvo una muerte tranquila. Su cuerpo cuenta una historia de conflicto y supervivencia”, afirmó el arqueólogo Markus Egg, quien ha estudiado los artefactos de Ötzi durante décadas.

Los científicos también encontraron polen en su ropa, lo que permitió rastrear su recorrido final. Ötzi probablemente ascendió desde un valle alpino hasta el glaciar donde fue encontrado, posiblemente huyendo de un peligro. Este nivel de detalle ha permitido a los investigadores imaginar los últimos momentos de un hombre que vivió hace milenios, convirtiendo a Ötzi en una figura casi palpable, más allá de un simple hallazgo arqueológico.

El impacto de Ötzi trasciende su propio tiempo. Su ADN ha proporcionado una visión sin precedentes sobre la migración, la dieta, la salud y la cultura de las poblaciones europeas de la Edad del Cobre. Los hallazgos han desafiado teorías establecidas, como la idea de que los europeos de esa época tenían una ascendencia más homogénea. Además, el estudio de Ötzi ha impulsado avances en técnicas de análisis genético y forense, que ahora se aplican a otros restos antiguos.

El Instituto de Investigación de Momias continúa estudiando a Ötzi, y cada nuevo análisis parece revelar algo más. “Ötzi es un regalo del pasado que sigue dando. Cada vez que lo estudiamos, descubrimos algo nuevo”, dijo Zink en una conferencia reciente. Su historia ha capturado la imaginación de millones de personas en todo el mundo, desde académicos hasta aficionados a la historia, porque nos conecta con un pasado que, aunque lejano, se siente sorprendentemente cercano.

La historia de Ötzi no es solo un relato científico; es una narrativa humana que despierta curiosidad y asombro. ¿Quién era este hombre que caminó por los Alpes hace 5.000 años? ¿Qué lo llevó a su trágico final? Cada descubrimiento sobre él nos invita a reflexionar sobre nuestra propia historia como especie. Ötzi no es solo un cuerpo congelado; es un puente hacia nuestros antepasados, un recordatorio de que, incluso en un mundo tan diferente, compartimos las mismas luchas, esperanzas y misterios.

Si quieres saber más sobre este fascinante hallazgo, el Instituto de Investigación de Momias de Bolzano ofrece recursos en línea, y museos como el Museo Arqueológico del Tirol del Sur exhiben réplicas de los artefactos de Ötzi. Su historia sigue viva, y con cada nuevo estudio, el Hombre de Hielo nos recuerda que el pasado siempre tiene más secretos por revelar.

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