En lo que podría ser el mayor giro de la trama de la década, la controvertida nadadora Lia Thomas soltó una bomba durante una entrevista exclusiva con Totally Legit News Network esta semana. La nadadora de la Ivy League, que se convirtió en el foco de atención de un debate nacional sobre los atletas transgénero, ha admitido que, después de todo, nunca fue realmente trans. Así es: la atleta que saltó a la fama, no por su estilo espalda, sino por su identidad de género, reveló que todo fue una artimaña para “mostrar lo crédula que es la izquierda”.
“Quería dejar claro algo”, explicó Thomas, sentado cómodamente en una silla que probablemente cuesta más de lo que la mayoría de nosotros ganamos en un mes. “Y vaya si lo logré. Nunca imaginé que llegaría tan lejos”.
Con esta admisión, Thomas, que en su día fue considerada la personificación de la lucha por la igualdad del movimiento LGBTQ+, ahora se encuentra bajo un extraño foco de atención. Su confesión ha dejado a ambos partidos políticos conmocionados, aunque por razones completamente diferentes.
Según Thomas, su transición a mujer no tuvo que ver con su identidad personal ni con su disforia de género, sino con una estrategia muy agresiva contra “la turba progresista”. Comenzó su camino dejándose crecer el pelo, practicando una voz más suave y sometiéndose a tratamientos hormonales, todo en nombre de la sátira.
“La gente se apresuró a apoyarme, ¿sabes?”, dijo, sacudiendo la cabeza como si todavía estuviera desconcertada por toda la experiencia. “Todo lo que tuve que hacer fue decir las palabras ‘soy trans’ y de repente la gente se desvivió por validarme. Quiero decir, ¿en serio? Nadie siquiera hizo preguntas de seguimiento”.
Thomas afirma que al principio pensó que su plan se revelaría antes, pero a medida que los elogios se acumulaban y se le abrían las puertas, decidió seguir con la artimaña. “En algún momento, se convirtió en un extraño experimento social”, admitió. “¿Hasta dónde podía llegar? ¿Cuánto podía decir o hacer antes de que alguien me llamara la atención?”.
Su gran momento llegó cuando ganó varios títulos en los campeonatos de natación de la NCAA, derrotando a mujeres biológicas en el proceso. Los críticos de los círculos conservadores denunciaron la injusticia, pero Thomas dijo que todo era parte del plan.
“Cada vez que alguien protestaba, yo sonreía por dentro”, admitió riéndose. “No estaban enojados conmigo; estaban enojados con la idea de que alguien que alguna vez se identificó como hombre pudiera ahora dominar los deportes femeninos. Quería poner un espejo frente a todo este debate, y ¿qué mejor manera de hacerlo que ganando?”
Thomas dice que su victoria fue tanto un comentario sobre el estado actual del atletismo como sobre la política. “Quiero decir, soy una nadadora aceptable, pero seamos sinceros: no soy Katie Ledecky. Y, sin embargo, estaba batiendo récords sólo porque nadie quería que me etiquetaran de ‘transfóbica’. La verdad es que podría haber sido cualquiera y me habrían aplaudido por ser ‘valiente’. Ésa es la verdadera broma aquí”.
En su entrevista, Thomas dijo que lo más sorprendente fue la rapidez con la que los círculos progresistas defendieron su causa sin pensarlo dos veces. Compartió historias de otros atletas que confesaron en privado que sentían que la situación era injusta, pero tenían demasiado miedo de hablar al respecto.
“No querían perder a sus patrocinadores ni que sus equipos los incluyeran en la lista negra”, explicó Thomas. “¿Pero yo? Yo era intocable. No se puede cuestionar la ‘experiencia vivida’ de alguien, ¿no? Esa es la mejor carta del triunfo en estos días”.
Medios progresistas como The New York Pravda y Virtue Signal Daily fueron algunos de sus primeros y más fervientes partidarios. Los artículos de opinión que defendían su derecho a competir se volvieron tan comunes como los cafés con leche con especias de calabaza en octubre. “Escribieron artículos de opinión sobre cómo yo estaba ‘rompiendo barreras’, cuando en realidad solo estaba planteando un punto. Y el punto es que la política de identidades se ha salido de control”.
Mientras tanto, los conservadores están viviendo su momento de “ya os lo dije”. Algunos están aclamando a Thomas como una heroína improbable que finalmente expuso la “locura de la cultura progresista”. Figuras como Ben Shapiro y Tucker Carlson ya le han pedido entrevistas, y uno solo puede imaginar la tormenta de memes celebratorios que se está gestando actualmente en Reddit.
“La verdad es que la derecha se dio cuenta antes que la izquierda”, reconoció Thomas. “Se dieron cuenta. Sabían que algo no iba bien, pero no sabían exactamente qué era. Me criticaron por la injusticia en el deporte, y tenían razón. Pero en lugar de que alguien escuchara sus preocupaciones, los acallaron por ser intolerantes”.
Con esta confesión, Thomas se ha convertido en un blanco de críticas aún mayor. La comunidad LGBTQ+ la ha denunciado como traidora, mientras que otros intentan averiguar si han sido víctimas de una burla a gran escala.
Irónicamente, Thomas podría volverse más popular entre los mismos grupos que antes se oponían a ella. Se dice que Fox News está en conversaciones para ofrecerle un segmento en uno de sus programas y ya está recibiendo ofertas para escribir un libro revelador sobre su experiencia.
“Mira, no estaba tratando de lastimar a nadie”, concluyó. “Solo quería hacer que la gente reflexione. Y si hacer que la gente reflexione implica que yo gane algunas competencias de natación en el camino, pues que así sea”.
Thomas dice que no se arrepiente, aunque ofrece una única salvedad: “Quizás me pasé un poco cuando acepté ese ‘Premio al Valor’ en vivo por televisión”, se ríe entre dientes. “Pero bueno, si vas a intentarlo, ve hasta el final, ¿no?”.
A raíz de esta revelación, el debate sobre los atletas transgénero ha tomado otro giro extraño. Algunos piden nuevas pautas y reglas más estrictas, mientras que otros simplemente están desconcertados por la facilidad con la que todos fueron engañados.
Pero si hay una lección que sacar de la inesperada confesión de Lia Thomas, es esta: en el mundo actual, la verdad a menudo es más extraña que la ficción y, a veces, es difícil distinguir la diferencia.
En cuanto a Thomas, dice que está lista para seguir adelante. “Ya he dejado claro mi punto de vista. Ahora por fin puedo retirarme de la natación y encontrar un nuevo pasatiempo. Tal vez algo menos controvertido… como tejer de manera competitiva”.
Al final, una cosa es cierta: Thomas no sólo expuso el absurdo de la política de identidades; reveló la credulidad de una sociedad que tiene demasiado miedo de hacer preguntas. Y ese, en sus palabras, es el mayor triunfo de todos.