Es el hombre más comentado del planeta, un genio, un excéntrico y, para muchos, un impredecible showman con un imperio. Elon Musk, el magnate detrás de Tesla, SpaceX, Neuralink y más, ha demostrado que sus decisiones no siguen ninguna lógica convencional —y mucho menos presupuestos modestos.

Un Tesla en el espacio: el inicio de la locura

En 2018, el mundo entero quedó atónito al ver un Tesla Roadster rojo lanzado al espacio a bordo de un cohete Falcon Heavy de SpaceX. El auto, valorado en más de $100,000, fue enviado sin ningún propósito científico claro. ¿Por qué? Porque Musk simplemente quería hacerlo.

“Es más interesante que lanzar un bloque de hormigón”, bromeó en su momento.

El gesto fue visto como una declaración de poder y creatividad, propia de alguien que no reconoce límites en sus ambiciones.

Twitter: $44 mil millones por un pájaro azul

En una jugada que sacudió al mundo de la tecnología y la política, Musk compró Twitter por $44 mil millones en 2022. Desde entonces, renombró la plataforma como X, despidió a miles de empleados, cambió políticas fundamentales y convirtió la red social en su propia caja de resonancia.

Muchos lo vieron como un capricho caro, otros como un intento de controlar la narrativa pública global.

Mansiones secretas y estilo de vida contradictorio

Musk afirma vivir en una pequeña casa prefabricada de $50,000 cerca de la sede de SpaceX en Texas. Sin embargo, informes recientes revelan que posee múltiples propiedades de lujo, incluyendo mansiones en Los Ángeles y un refugio secreto en Austin.

Se dice que en estas residencias organiza fiestas privadas con líderes tecnológicos, celebridades y científicos, en un ambiente donde los negocios se mezclan con lo surreal.

Anillos, romances y escándalos

La vida amorosa de Musk también ha sido objeto de intensa especulación. Padre de al menos 10 hijos con varias parejas, ha estado vinculado sentimentalmente con cantantes, actrices y hasta ejecutivas tecnológicas.

Su hijo con Grimes, llamado X Æ A-12, generó titulares internacionales por su nombre futurista. Y los rumores sobre relaciones con figuras del poder no hacen más que alimentar su aura de misterio.

Derroches salvajes… ¿o inversiones brillantes?

Aunque muchas de sus acciones parecen impulsivas, Musk ha demostrado una extraña habilidad para convertir sus caprichos en movimientos financieros rentables o campañas de marketing planetarias.

Recientemente, fuentes cercanas aseguran que ha invertido más de $150 millones en proyectos secretos de inteligencia artificial, ha comprado una isla privada y estaría financiando un prototipo de nave espacial destinada a explorar Titán, una luna de Saturno.

“Musk no gasta, apuesta. A veces pierde, pero cuando gana, cambia las reglas del juego”, asegura un exejecutivo de Tesla.

¿Qué sigue?

Esa es la gran pregunta. ¿Una ciudad autónoma en Marte? ¿Un nuevo lenguaje global? ¿Un satélite con su nombre? Con Elon Musk, el próximo paso siempre es más grande, más extraño y más caro que el anterior.

Mientras tanto, sus seguidores lo veneran como un visionario sin igual, y sus críticos temen el poder desmedido de un solo hombre capaz de alterar mercados, tecnologías y culturas con un solo tuit.

Una cosa es segura: el espectáculo de Elon Musk está lejos de terminar.