El día que JM Marquez de 40 Años Acabó con la Carrera de Manny Pacquiao…

El 8 de diciembre de 2012 no fue una noche cualquiera. En el legendario MGM Grand de Las Vegas, el boxeo vivió uno de sus momentos más icónicos cuando Juan Manuel Márquez, el guerrero mexicano, logró lo que muchos consideraban imposible: noquear a Manny Pacquiao, una leyenda viviente, en la culminación de una rivalidad épica que se extendió por años.
Ambos púgiles llegaban al cuadrilátero con un historial cargado de tensión y controversia. Las tres peleas anteriores habían dejado sabor a inconformidad tanto en Márquez como en Pacquiao.
La primera terminó en empate, pese a que el mexicano se levantó tres veces de la lona. Las siguientes dos, decisiones divididas a favor del filipino, fueron consideradas por muchos como injustas. Esta cuarta entrega no era solo una pelea: era una búsqueda de redención, de justicia, de legado.
Desde el primer campanazo, la atmósfera fue distinta. No era una pelea más; era una guerra. Pacquiao, más joven y veloz, parecía tener la ventaja. Márquez, calculador y frío, esperaba su momento con la precisión de un cirujano.
Como era costumbre, los primeros asaltos estuvieron llenos de intensidad. Amboss tocaron la lona, y la balanza se inclinaba peligrosamente de un lado a otro. La tensión en la arena era eléctrica.
Pero entonces, en el sexto asalto, sucedió lo impensable.
Con el tiempo casi agotado en el round, y cuando Pacquiao parecía dominar, Márquez lanzó un derechazo perfecto, milimétrico, casi místico. Un golpe salido de las sombras, guiado por el instinto, la experiencia y quizás por los dioses del boxeo.
El cuerpo de Pacquiao cayó inerte, su rostro besando la lona. El silencio fue absoluto. Por un instante, el mundo contuvo la respiración. Fue uno de los knockouts más impactantes en la historia del boxeo moderno.
Ese instante se volvió inmortal.
La imagen de Pacquiao desplomado, los ojos cerrados, mientras Márquez alza los brazos entre gritos de euforia, quedará grabada para siempre en la memoria colectiva del deporte. Fue la culminación de una historia de esfuerzo, de lucha contra la adversidad, de orgullo nacional. Márquez no solo ganó una pelea: ganó el respeto del mundo entero.
A pesar del clamor por una quinta pelea, Márquez, con dignidad, se negó. “No hay nada más que demostrar”, dijo. Y tenía razón. Había escrito el capítulo final de una rivalidad legendaria con un punto y aparte dorado.
Esa noche, México tuvo su momento de gloria. Y Juan Manuel Márquez, el maestro del contragolpe, se consagró como leyenda eterna del boxeo.