Karoline Leavitt rió con sarcasmo y no olvidó lanzar otro golpe sarcástico a Lia Thomas: “Si esta atleta transgénero todavía sueña con participar en los Juegos Olímpicos de 2028 en Los Ángeles como una estrella femenina de la natación, entonces quizás el Comité Olímpico Mundial debería crear de inmediato un deporte completamente nuevo llamado… natación de fantasía, donde las vueltas de natación no tienen lugar en agua real, sino que solo existen en su propia imaginación y sueños irrealistas… Historia completa👇👇👇

En el bullicioso mundo de la política estadounidense, donde las palabras cortan como cuchillos afilados, Karoline Leavitt, la portavoz de la Casa Blanca bajo la administración de Donald Trump, ha vuelto a demostrar su maestría en el arte del sarcasmo. En una rueda de prensa reciente celebrada en Washington D.C., Leavitt no solo respondió a las preguntas de los periodistas con su habitual agudeza, sino que también aprovechó el momento para arremeter contra uno de los temas más controvertidos del deporte contemporáneo: la participación de atletas transgénero en competiciones femeninas. El blanco de su ironía no fue otro que Lia Thomas, la nadadora transgénero que en 2022 se convirtió en la primera en ganar un campeonato nacional de la NCAA en la categoría femenina, desatando un debate global sobre equidad y biología.
Leavitt, de 27 años y conocida por su elocuencia implacable, soltó la frase con una risa que resonó en la sala como un eco de burla contenida. “Si esta atleta transgénero todavía sueña con participar en los Juegos Olímpicos de 2028 en Los Ángeles como una estrella femenina de la natación, entonces quizás el Comité Olímpico Mundial debería crear de inmediato un deporte completamente nuevo llamado… natación de fantasía”, dijo, pausando para enfatizar el golpe final: “donde las vueltas de natación no tienen lugar en agua real, sino que solo existen en su propia imaginación y sueños irrealistas”. La declaración, pronunciada con un tono que mezclaba diversión y desdén, provocó risas entre algunos reporteros conservadores presentes, mientras que otros intercambiaron miradas de incredulidad. No era la primera vez que Leavitt tocaba este tema; desde que asumió el cargo en enero de 2025, ha sido una defensora vocal de las políticas de Trump que buscan restringir la participación de atletas trans en deportes femeninos.
El contexto de este comentario no podría ser más oportuno. Hace apenas unas semanas, el 5 de febrero de 2025, el presidente Trump firmó una orden ejecutiva que prohíbe explícitamente a las mujeres transgénero competir en deportes femeninos en instituciones que reciben fondos federales. La medida, que ha sido aplaudida por figuras como Riley Gaines –la nadadora que empató con Thomas en el campeonato de 2022 y se ha convertido en una activista contra la inclusión trans en el deporte femenino–, obliga a las escuelas y federaciones a priorizar la “integridad biológica” en las categorías por género. Según la Casa Blanca, esta directiva no solo restaura la equidad para las atletas cisgénero, sino que también previene lo que describen como “ventajas injustas” derivadas de la pubertad masculina. Leavitt, en su comunicado oficial tras la firma, enfatizó: “Acciones inmediatas contra instituciones que violen las políticas de deportes de un solo sexo, incluyendo penalizaciones para escuelas que permitan a atletas trans en vestuarios femeninos”.
Pero el impacto se extiende más allá de las universidades. Trump ha dejado claro que su administración presionará al Comité Olímpico Internacional (COI) para que aplique restricciones similares en los Juegos de Los Ángeles 2028, los primeros que Estados Unidos acoge desde los de Invierno en Salt Lake City de 2002. En agosto de 2025, el presidente creó una fuerza de trabajo especial para supervisar la organización de estos Juegos, con Leavitt como una de las voces clave en las comunicaciones. “El presidente considera un gran honor supervisar este espectáculo deportivo global”, declaró ella en ese momento, destacando las “pasiones” de Trump por el deporte. Sin embargo, críticos como la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) han calificado la orden ejecutiva como “discriminatoria y regresiva”, argumentando que ignora los avances científicos sobre la terapia hormonal y la identidad de género. “Esto no es protección; es exclusión pura”, tuiteó un portavoz de la ACLU poco después de la firma.
Lia Thomas, por su parte, ha permanecido en gran medida en silencio desde su victoria histórica, pero su caso sigue siendo un catalizador para el debate. Nacida como William Thomas en 1999, la nadadora de la Universidad de Pensilvania compitió en la categoría masculina durante tres años antes de transicionar y dominar la femenina, rompiendo récords en los 500 yardas libres. Su triunfo en la NCAA de 2022 generó demandas legales, incluyendo una del Departamento de Educación que en mayo de 2025 determinó que la universidad violó el Título IX al permitir su participación, ordenando la restauración de récords a las atletas afectadas y disculpas públicas. Thomas, ahora de 26 años, ha expresado en entrevistas pasadas su deseo de competir en los Juegos Olímpicos, soñando con representar a Estados Unidos en natación femenina. Pero con las nuevas políticas, ese sueño parece cada vez más lejano. Fuentes cercanas a la federación de natación estadounidense indican que Thomas podría verse obligada a competir en categorías abiertas o masculinas, una perspectiva que ha generado reacciones mixtas: apoyo de activistas LGBTQ+ y críticas de conservadores que la ven como un ejemplo de “locura transgénero”, como la llamó Trump en un mitin reciente.
La respuesta en las redes sociales a la pulla de Leavitt fue inmediata y polarizada. En X (anteriormente Twitter), el hashtag #NatacionDeFantasia se volvió viral en horas, con memes que mostraban a Thomas nadando en nubes imaginarias y respuestas de apoyo a Leavitt como “¡Savage total!” de cuentas conservadoras. Figuras como Riley Gaines retuitearon el clip con emojis de fuego, mientras que defensores de los derechos trans lo condenaron como “transfóbico y cruel”. En Europa, donde el COI ha mantenido una política más inclusiva –permitiendo la participación trans con restricciones hormonales–, la declaración de Leavitt ha avivado temores de un boicot diplomático. El presidente del COI, Thomas Bach, emitió un comunicado vago: “Estamos comprometidos con la inclusión, pero revisaremos cualquier directiva internacional”. Analistas predicen que las tensiones podrían escalar, especialmente con la Copa Mundial de Fútbol 2026 coorganizada por Estados Unidos acercándose.
Leavitt, una exaspirante a congresista por New Hampshire y madre reciente, ha cultivado una imagen de “guerrera conservadora” que resuena en la base de Trump. Su estilo –directo, sin filtros y con un toque de humor ácido– la ha convertido en un fenómeno mediático. En entrevistas previas, como una con Gaines en 2023, ya había criticado a la NCAA por “hipocresía” al permitir a Thomas. Ahora, como portavoz, sus palabras llevan el peso de la política oficial. Críticos liberales, como Keith Olbermann, la han tildado de “arrogante y condescendiente”, pero sus defensores la ven como una voz necesaria en un debate que, según ellos, ha sido “secuestrado por la ideología woke”.
A medida que se acerca 2028, el legado de esta controversia podría redefinir el deporte olímpico. ¿Creará el COI una “natación de fantasía” para apaciguar presiones estadounidenses? ¿O resistirá, arriesgando fondos y visas? Por ahora, Leavitt ha dejado claro que la administración Trump no cederá: la equidad biológica es innegociable. En un mundo donde el deporte y la política se entretejen cada vez más, su sarcasmo no es solo una broma; es una advertencia. Y mientras Lia Thomas entrena en silencio, el eco de esa risa resuena, recordándonos que en la piscina de la realidad, no todos los sueños flotan.