La temporada 2025 de la WNBA se perfila como una de las más electrizantes de los últimos tiempos, y no solo por el talento en la cancha. Desde estadios abarrotados hasta índices de audiencia récord, el baloncesto femenino por fin disfruta de su merecido momento de gloria. Sin embargo, en medio de toda esta emoción, se cierne sobre la liga una oscura nube de discurso, impulsada menos por el análisis atlético y más por una incómoda tensión cultural.

Gran parte de esa tensión se ha concentrado en torno a dos jóvenes estrellas: Caitlin Clark, la fenómeno de Iowa que se convirtió en la novata sensación de las Indiana Fever, y Angel Reese, la campeona de LSU, que no se disculpa y que ahora brilla en el Chicago Sky. Cada jugada, cada comentario y cada falta que intercambian es analizada, reproducida y discutida instantáneamente en línea. ¿Pero por qué? ¿Por qué estas dos competidoras —ambas de gran talento, feroces y centradas— provocan un debate tan implacable?
Para comprenderlo, necesitamos dar un paso atrás y desentrañar las narrativas que los han rodeado desde la universidad. Porque lo que está sucediendo ahora no se trata solo de baloncesto. Se trata de raza, género, el enfoque mediático y cómo, como sociedad, elegimos a nuestros héroes y villanos.
Una rivalidad que los medios de comunicación estaban desesperados por crear
Cuando Clark y Reese se enfrentaron en el Campeonato de la NCAA de 2023, fue un sueño televisivo hecho realidad: una superestrella blanca con un alcance de tiro ilimitado contra una potencia negra que dominaba la pintura y hablaba con la misma intensidad. Los gestos con las manos después del partido y las celebraciones con gestos incendiarios incendiaron internet. “Sin clase” fue la palabra que se le lanzó a Reese. “Competidora feroz” fue usada para Clark. Y así, el mundo del deporte coronó su narrativa: Reese, la villana. Clark, la chica de oro.
Pero la verdad es mucho más compleja. Se trata de dos jóvenes en la cima de su carrera, compitiendo en una liga donde el físico y la pasión siempre han sido parte de la esencia. Entonces, ¿por qué nos incomoda tanto dejarlas ser lo que son: atletas?
Jemele Hill abordó recientemente este desequilibrio en su podcast, Spolitics , denunciando la obsesión de los medios por personalizar lo que debería ser una competición profesional. “La opinión de RGIII no era deportiva”, dijo, refiriéndose a la sugerencia viral de Robert Griffin III de que Reese “odia” a Clark. “Su observación no se centra en el baloncesto. Se trata de proyectar algo más profundo, algo personal y sin verificar”.