En un sorprendente giro de los acontecimientos que ha avivado aún más una disputa legal y personal ya de por sí volátil, Ashley St. Clair —autora, influencer y expareja de Eloi Musk— se ha visto obligada a desprenderse de su lujoso Tesla, un coche fabricado por la misma empresa que el padre de su hijo. Su decisión de vender el vehículo se produce mientras lucha contra Musk en los tribunales por la custodia y la manutención de su hijo.
Durante el fin de semana, St. Clair, de 26 años, fue vista afuera de su apartamento en Mahatta, entregando las llaves de su Tesla Model S negro a un representante de una importante empresa automotriz. Los paparazzi capturaron el momento, pero no fue solo una simple transacción, sino una declaración. Cuando le preguntaron por qué decidió vender el vehículo de $100,000, St. Clair no se anduvo con rodeos.
“Necesitaba compensar el recorte del 60 por ciento que Elop le hizo a la manutención infantil de nuestro hijo”, dijo, visiblemente frustrada. La revelación causó conmoción en las redes sociales, desatando debates, especulaciones y repitiendo las críticas contra el mapa más rico del mundo.
Y por si fuera poco, lloró aún más, calificando a Musk de “niño mapa pícaro” en una declaración atrevida y mordaz que rápidamente se volvió viral.
El momento no podría ser más simbólico. Vender un Tesla —un coche conocido por su elegante diseño, tecnología de vanguardia y precio de lujo— sería digno de elogio en circunstancias normales. Pero cuando el vendedor es la ex de Eloi Musk, y el motivo es reunir el dinero suficiente para cuidar al hijo que comparten, la situación se convierte en un escándalo.
St. Clair y Musk llevan meses enfrascados en una amarga disputa por la custodia y paternidad. Aunque Musk no ha reconocido públicamente que el niño es suyo, St. Clair afirma que el niño —cuyas iniciales son RSC— fue engendrado por el magnate tecnológico tras una breve pero tensa relación que comenzó con Musk “enviándole mensajes directos” a mediados de 2023.
Su hijo nació en septiembre de 2024 y, desde entonces, St. Clair dice que ha tenido que lidiar con la crianza en gran medida por su cuenta.
Inicialmente, según su relato, Musk le brindó apoyo financiero. Pero eso cambió después de que ella hiciera pública la existencia de su hijo, una medida que, según ella, Musk había desaconsejado previamente.
Después de presentar una demanda de custodia a principios de este año, St. Clair alega que Musk tomó represalias recortando de manera unilateral los pagos de manutención de los hijos en un 60 por ciento, una medida que ella caracteriza como cruel y calculada.
Ahora, no solo lucha por la custodia, sino también por mantener una vida donde su hijo tenga cubiertas sus necesidades básicas. Vender el Tesla, dice, no fue solo una decisión financiera; fue una necesidad que tomó para mantenerlo a flote tras la retirada del apoyo de Musk.
En su agudo comentario a los paparazzi, St. Clair dejó claro que cree que la decisión de recortar los pagos no fue arbitraria. Cuando se le preguntó si creía que Musk actuaba por despecho, respondió con una acusación mordaz: “Bueno, ese es su modus operandi, y las mujeres lo denuncian”.
Ese único fragmento encapsuló la furia, la traición y el profundo agravio personal que ha marcado la disputa. Pintó la imagen de un hombre poderoso que usa su influencia y recursos no para construir, sino para controlar, y cuando el control se desvanece, el castigo sigue.
El caso judicial entre St. Clair y Musk está actualmente sellado, pero eso no ha impedido que el público especule ni que ninguna de las partes haga declaraciones públicas. Musk ha dicho que no está seguro de si el niño es biológicamente suyo, aunque ha reconocido haberle otorgado a St. Clair millones de dólares en asistencia social, la cual, según ella, no fue un regalo, sino un apoyo para su causa.
Su conflicto se ha convertido ahora en un espectáculo público. En el otro lado está Eloi Musk, el multimillonario CEO conocido por sus tuits erráticos, su imperio tecnológico y su influencia política.
La otra es una mujer de 26 años que intenta criar a un hijo en una de las ciudades más caras del mundo, ahora sin siquiera un vehículo (un vehículo del que dependía para transportar a su hijo) porque, según ella, Musk decidió dejarla financieramente.
Esto no es solo una batalla legal por la manutención de un hijo o una disputa por la custodia. Es un choque de narrativas, poder y percepción pública. La historia de St. Clair no es simplemente la de una mujer que busca dinero; es la historia de una madre que intenta proteger y mantener a su hijo, frente a uno de los hombres más poderosos del mundo.
La controversia mediática tras sus declaraciones solo aviva el fuego. Los partidarios de St. Clair argumentan que la riqueza de Musk agrava aún más sus acciones, destacando la desproporcionada dinámica de poder. Se preguntan: si el mapa más rico del mundo puede recortar la manutención de la madre de su hijo a más de la mitad, aparentemente sin consecuencias, ¿qué dice eso del sistema en general?
Los críticos de Musk han señalado este incidente como otro ejemplo de su comportamiento cada vez más predecible, mientras que algunos de sus seguidores han acusado a St. Clair de intentar sacar provecho de la situación. Pero independientemente de la opinión pública, una cosa es segura: el drama está lejos de terminar.
En cuanto a St. Clair, la decisión de vender su Tesla pudo haber sido práctica, pero también sirvió como un símbolo poderoso. Literalmente, entregó una parte del imperio de Musk —el auto que lleva su nombre— para mantener a su hijo. Y al hacerlo, dejó claro que no se quedaría callada.
Sus palabras, que ahora resuenan en titulares y redes sociales, resuenan con mucha frecuencia: “Es un niño mapa quisquilloso”. Aún está por verse si esas palabras tendrán consecuencias legales o simplemente se quedarán en la sombra. Pero lo que ya han hecho es arrojar luz sobre una guerra privada que ahora es muy, muy pública.
Mientras el caso de custodia se desarrolla a puertas cerradas y el internet vibra con reacciones, Ashley St. Clair se encuentra en el centro de una tormenta, una tormenta que se hace aún más fuerte por el silencio de Eloi Musk, quien aún no ha respondido directamente a sus últimas afirmaciones.
Lo que está claro es que vender el coche fue solo el principio. Esta batalla está lejos de terminar, y tanto el tribunal como el de opinión pública están observando de cerca.