El innegable impacto de Caitlin Clark en la WNBA y la narrativa mediática que amenaza con dividir el deporte femenino
Forbes recientemente se encontró en el centro de una reacción violenta después de publicar un artículo que acreditaba a Angel Reese y A’ja Wilson como las fuerzas impulsoras detrás del crecimiento de la WNBA.
Si bien ambos atletas son indudablemente talentosos e influyentes, el artículo minimizó notablemente las contribuciones masivas y mensurables de Caitlin Clark, una omisión que muchos ven como un perjuicio no solo para Clark, sino para el progreso de la liga en su conjunto.
Clark se ha convertido rápidamente en una figura transformadora del baloncesto femenino. Su presencia ha batido récords de audiencia, llenado estadios y desatado un momento cultural para la WNBA sin precedentes en su historia reciente.
Sin embargo, las narrativas mediáticas como la de Forbes parecen ignorar estos impactos tangibles, centrándose en cambio en indicadores menos sustanciales, como las métricas de las redes sociales. Este cambio de enfoque no solo distorsiona la percepción pública, sino que corre el riesgo de eclipsar los datos reales que revelan la verdadera historia de quiénes están marcando la pauta en la liga.
Desde su ingreso a la WNBA, Clark ha despertado una atención sin precedentes.
Sus partidos lideran constantemente la audiencia, y su temporada de novato ha batido récords que se habían mantenido durante décadas. La asistencia a sus partidos ha aumentado en más del 50%, lo que ha provocado llenos totales, precios de las entradas disparados y un auge en la venta de artículos.
El efecto dominó financiero es innegable: los equipos ven mayores ingresos por concesiones y patrocinios, mientras que la propia liga experimenta una renovada relevancia nacional.
Si bien es importante reconocer los logros de otros jugadores como Reese y Wilson (quienes hicieron contribuciones impresionantes), la escala del impacto de Clark simplemente no se puede ignorar.
Su atractivo ha trascendido a la cultura dominante, ganándole patrocinios y colaboraciones de alto perfil que superan ampliamente a las de sus pares.
Estos acuerdos de marca no sólo elevan el perfil de Clark, sino que también atraen atención e inversión a la WNBA en su conjunto.
A pesar de ello, algunos sectores de los medios de comunicación han optado por enmarcar la narrativa a través de la lente de la política de identidad, desplazando el foco del mérito y los logros mensurables hacia un enfoque basado en la raza.
La descripción que hace Forbes es emblemática de una tendencia más amplia en el periodismo deportivo, una que corre el riesgo de dividir a las atletas femeninas en función de líneas raciales en lugar de celebrar sus triunfos colectivos.
Este tipo de narrativa, intencional o no, socava la unidad esencial para el continuo ascenso de los deportes femeninos.
Lo que falta en estas representaciones distorsionadas es un reconocimiento de cómo el éxito de Clark eleva a toda la liga.
Los fanáticos que atrae, los patrocinadores que atrae y el revuelo mediático que genera contribuyen a aumentar la visibilidad y las oportunidades para todas las jugadoras de la WNBA.
Su comerciabilidad no sólo la beneficia a ella: es una marea creciente que levanta todos los barcos.
Este momento debería ser una celebración del crecimiento de la WNBA y de las increíbles atletas que la impulsan. Sin embargo, cuando los medios de comunicación tergiversan las fuentes de dicho crecimiento, diluyen la narrativa de la liga y distraen del verdadero progreso que se está logrando.
En lugar de fomentar la división, los medios de comunicación deberían adoptar una imagen más honesta y unificada: una que defienda los logros colectivos de las atletas femeninas y al mismo tiempo le dé el crédito a quien lo merece.
La WNBA finalmente recibe el reconocimiento que tanto se merecía tras años de marginación. Este logro es fruto tanto de la brillantez individual como de la perseverancia colectiva.
La presencia de Caitlin Clark simplemente ha acelerado ese impulso. Su impacto, tanto dentro como fuera de la cancha, ha redefinido lo que es posible para el baloncesto femenino.
Es hora de que las narrativas de los medios reflejen esa verdad sin distorsiones.