uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de la historia. Entre los innumerables tesoros extraídos de la tumba, destacan por su riqueza y complejidad las capillas doradas que rodean la cámara funeraria del joven faraón. Sin embargo, debajo de estas capillas doradas se esconde un misterio aún mayor: el sarcófago de Tutankamón.
Hecho de suave piedra caliza, el ataúd está decorado con intrincados tallados y jeroglíficos que representan el viaje del rey al más allá y su estatus sagrado. El gato de piedra, aunque menos brillante que los objetos de oro que lo rodean, revela mucho sobre las prácticas funerarias del antiguo Egipto y la importancia otorgada a la preservación eterna del cuerpo del rey.
Cuando Howard Carter abrió el ataúd por primera vez, reveló una serie de ataúdes entrelazados, cada uno más elaborado que el anterior. El último y más famoso sarcófago estaba hecho de oro macizo, pero fue el sarcófago de piedra el que fue una parte esencial del proceso de inmersión, asegurando que el lugar de Tutankamón permaneciera seguro en el más allá. El hecho de que hubiera estado sellada durante más de 3.000 años aumentó el misterio que rodeaba la tumba, y su contenido proporcionó una visión sin precedentes de las costumbres funerarias reales del antiguo Egipto. Las esculturas y grabados del palacio cuentan la historia de un joven rey que, aunque vivió poco tiempo, quedó inmortalizado gracias a la extravagancia de su tumba.
A pesar de la atención prestada al oro y el jade que rodean la tumba de Tutankamón, la piedra mandarina sigue siendo la piedra angular oculta del descubrimiento. Ilustra la importancia de la construcción de la tumba y el cuidado con el que los antiguos egipcios preservaron a sus faraones. Aunque los tesoros de la tumba han capturado la imaginación del mundo, sirven como un poderoso recordatorio de la naturaleza profundamente espiritual y ritual de la antigua cultura egipcia, así como del legado perdurable del rey Tutankamón.