La película de 2025, Materialists , dirigida por Céline Song, es una exploración aguda e introspectiva del amor en un mundo donde la riqueza material suele dictar las condiciones de las relaciones. Basándose en la profundidad emocional de la obra anterior de Song, Past Lives , esta película analiza el delicado equilibrio entre el romance y el pragmatismo, planteando una pregunta atemporal: ¿Puede el amor sobrevivir sin seguridad financiera? A través de la historia de Lucy, una casamentera que se desenvuelve en el mundo de las citas de élite en Nueva York, Materialists revela la dura realidad de las relaciones modernas, donde el dinero es a la vez un socio silencioso y un disruptor ruidoso.

Al igual que Blue Valentine o La La Land , Materialists nos recuerda que el amor por sí solo rara vez es suficiente. El título de la película, que se traduce como “aquellos que siguen el materialismo”, es un enfoque adecuado para su narrativa. Retrata una sociedad donde la estabilidad económica hiere la pureza del romance, creando un ciclo de discusiones, soledad y arrepentimiento. El viaje de Lucy, atrapada entre un pretendiente adinerado y un ex amante sin dinero, obliga a los espectadores a confrontar verdades incómodas sobre el papel del dinero en el amor y si el pragmatismo en las relaciones es una traición al corazón o una necesidad de supervivencia.

Lucy, interpretada con una vulnerabilidad sutil por Dakota Johnson, es casamentera en Ador, una agencia de lujo dirigida a la élite neoyorquina. Su trabajo la ha convertido en una experta en los valores de las citas modernas: apariencia, riqueza y estatus. Organiza parejas “perfectas”, convenciendo a sus clientes de que el matrimonio es una inversión segura, no solo un vínculo emocional. Su propia crianza en la pobreza, sumada a constantes dificultades económicas, moldea su creencia de que el amor y el dinero son inseparables. Cuando Harry, un carismático financiero interpretado por Pedro Pascal, entra en su vida, representa todo lo que le han enseñado a valorar: riqueza, seguridad y estatus. Harry, nacido en una familia de titanes financieros, es un “compañero unicornio”: excepcional, deseable e inalcanzable para la mayoría. Su presencia llama la atención, y su búsqueda de Lucy parece un cuento de hadas, aunque con un toque calculado.

Sin embargo, el pasado de Lucy resurge con John, su exnovio, interpretado por un conmovedor Chris Evans. John, un artista con dificultades económicas y camarero a tiempo parcial, encarna el ideal romántico: apasionado, de espíritu libre, pero con problemas económicos. Su relación de cinco años terminó en peleas por dinero, desde el aparcamiento hasta los apartamentos estrechos, dejando a Lucy marcada por el caos de amar a alguien sin recursos. La reaparición de John despierta en ella el anhelo de un amor sin materialismo, pero su pobreza lo convierte en una apuesta arriesgada en su mundo cuidadosamente seleccionado.
La narrativa de Song brilla en los diálogos agudos y los sutiles detalles de la película. Los personajes, todos de entre 30 y 40 años, reflejan una etapa de la vida donde las decisiones pesan y el futuro se siente como un camino cada vez más estrecho. Un conmovedor diálogo entre Lucy y John cuestiona el propósito del matrimonio, presentándolo como un ciclo de resentimiento y arrepentimiento para muchos. Sin embargo, la película no condena el matrimonio ni el materialismo de plano. En cambio, expone las fallas de equiparar el amor con un perfil impecable (riqueza, educación y apariencia), mientras ignora la compatibilidad emocional. Que Lucy se dé cuenta de que sus criterios de emparejamiento priorizan los atributos superficiales sobre la conexión genuina es un momento demoledor, reflejado en la experiencia traumática de una clienta con una pareja “perfecta”.
La tensión central de la película reside en la relación de Lucy con Harry y John, que carece de la química de un romance clásico. Harry y Lucy interpretan los papeles de una pareja ideal; sus interacciones son refinadas pero vacías. La riqueza de Harry le ofrece seguridad a Lucy, pero su necesidad de control —evidente en su estilo de vida cuidado y una propuesta apresurada— la hace sentir como un activo que se deprecia. John, por su parte, ofrece amor y familiaridad, simbolizados por una Coca-Cola y una cerveza perfectamente mezcladas, pero su inestabilidad amenaza la vida que Lucy ha luchado por construir. Su reencuentro es tierno pero tenso, lo que subraya el conflicto central de la película: el amor parece invaluable, pero la pobreza lo hace insostenible.
Materialistas no ofrece respuestas fáciles. Reta al espectador a sopesar sus propios valores: seguridad versus pasión, pragmatismo versus idealismo. El clímax de la película, ambientado en una boda donde una pareja de ancianos habla del amor como “la última religión”, sugiere que el amor sigue siendo un faro, incluso en un mundo materialista. La decisión final de Lucy, ambigua, invita a la introspección. Como sugiere la narrativa de Song, no existe la decisión perfecta, solo la valentía de vivir con la que uno toma.
En definitiva, Materialistas es un reflejo de nuestra época, donde las presiones económicas moldean incluso los vínculos más íntimos. Es un recordatorio de que, si bien el dinero puede amplificar el romance, solo el amor le da sentido. En una sociedad obsesionada con el estatus, la película nos reta a creer en el valor perdurable del amor, incluso cuando tiene un precio.