La francotiradora más letal de la historia: Lyudmila Pavlichenko y su legado en la Segunda Guerra Mundial
En un mundo donde la guerra ha sido tradicionalmente un escenario dominado por hombres, una joven ucraniana desafió todos los prejuicios y se convirtió en un ícono de valentía y precisión. Lyudmila Pavlichenko, conocida como “Lady Death” (Dama de la Muerte), no solo demostró su habilidad con un rifle de francotirador, sino que también rompió barreras de género y dejó un legado imborrable en la historia de la Segunda Guerra Mundial. Con 309 enemigos eliminados, Pavlichenko se erige como la francotiradora más exitosa de todos los tiempos, una hazaña que aún resuena en los anales de la historia militar.

Nacida en 1916 en Bila Tserkva, una pequeña ciudad al sur de Kiev, Ucrania, Lyudmila mostró desde joven un espíritu competitivo y una determinación inquebrantable. A los 14 años, su familia se mudó a Kiev, donde trabajó como operaria en una fábrica de armamento. Fue allí donde, impulsada por el desafío de un vecino que alardeaba de sus habilidades en el tiro, decidió probarse a sí misma. “Eso fue suficiente para hacerme correr al campo de tiro”, escribió Pavlichenko en sus memorias, según el Smithsonian. Su pasión por el tiro la llevó a unirse a OSOAVIAKhIM, una organización paramilitar soviética que entrenaba a jóvenes en habilidades con armas. Pronto obtuvo un certificado de tiradora de élite, un presagio de su destino.
Cuando la Alemania nazi lanzó la Operación Barbarroja en junio de 1941, invadiendo la Unión Soviética, Pavlichenko, entonces estudiante de historia en la Universidad de Kiev, no dudó en presentarse en la oficina de reclutamiento de Odessa. A sus 24 años, enfrentó el escepticismo de los oficiales, quienes, al ver sus uñas cuidadas y su cabello impecable, le sugirieron convertirse en enfermera. Pero Pavlichenko tenía otras ideas. Mostró su certificado de tiradora y exigió unirse a la infantería. Para probar su valía, el ejército le dio una prueba improvisada: disparar a dos soldados rumanos que colaboraban con los nazis a 400 metros de distancia. Con dos disparos precisos, eliminó a ambos, asegurando su ingreso en la 25ª División de Fusileros del Ejército Rojo.
En sus primeros 75 días en el frente, durante el asedio de Odessa, Pavlichenko eliminó a 187 soldados enemigos, un número que la convirtió rápidamente en una leyenda. Su precisión y paciencia eran letales. Los francotiradores operaban en tierra de nadie, a menudo aislados, inmóviles durante horas para evitar ser detectados. “Era un trabajo extremadamente peligroso y meticuloso”, señaló Pavlichenko, según el Smithsonian, describiendo la tensión de permanecer quieta durante largos periodos. Su éxito en Odessa le valió una promoción a sargento mayor y misiones aún más arriesgadas.
Tras la caída de Odessa, su unidad fue trasladada a Crimea para defender Sebastopol, donde enfrentó el desafío más peligroso: el contrafrancotiramiento. En duelos uno contra uno con francotiradores enemigos, algunos de los cuales duraban días, Pavlichenko salió victoriosa en cada encuentro, eliminando a 36 francotiradores alemanes, muchos de ellos altamente condecorados. “Ese fue uno de los momentos más tensos de mi vida”, confesó sobre un duelo que duró tres días, donde su adversario finalmente cometió “un movimiento de más”. Su habilidad era tan temida que los alemanes intentaron sobornarla a través de altavoces, ofreciéndole chocolate y un puesto como oficial. Cuando los sobornos fallaron, las amenazas llegaron: “¡Si te atrapamos, te haremos pedazos en 309 trozos!”, gritaban, reconociendo su conteo de bajas.
En junio de 1942, durante el asedio de Sebastopol, Pavlichenko resultó herida por metralla en el rostro. Aunque sobrevivió, el Alto Mando Soviético decidió retirarla del combate, considerándola un activo demasiado valioso. Con 309 bajas confirmadas, un número probablemente mayor debido a la necesidad de testigos para validar cada eliminación, Pavlichenko se convirtió en un símbolo de la resistencia soviética. Fue enviada a Estados Unidos, Canadá y Reino Unido como parte de una gira de propaganda para abogar por un segundo frente en Europa. En Washington, D.C., se convirtió en la primera ciudadana soviética recibida por un presidente estadounidense, Franklin D. Roosevelt, en la Casa Blanca.
Durante su gira, acompañada por la primera dama Eleanor Roosevelt, Pavlichenko enfrentó un desafío diferente: el sexismo de la prensa estadounidense. Los periodistas se enfocaban en su apariencia más que en sus logros, preguntándole si usaba maquillaje en el campo de batalla o por qué su uniforme la hacía parecer “gorda”. Cansada de estas preguntas triviales, respondió con firmeza: “No hay ninguna regla contra el maquillaje, pero ¿quién tiene tiempo para pensar en su nariz brillante cuando hay una batalla en curso?”. En Chicago, frente a una gran multitud, desafió a los hombres presentes: “Caballeros, tengo 25 años y he eliminado a 309 ocupantes fascistas hasta ahora. ¿No creen, caballeros, que han estado escondiéndose detrás de mi espalda por demasiado tiempo?”. Su discurso, recibido primero con silencio y luego con aplausos, resonó profundamente.
Pavlichenko no solo luchó contra los nazis, sino también contra los prejuicios de género. “Llevo mi uniforme con honor. Tiene la Orden de Lenin. Ha estado cubierto de sangre en la batalla. Está claro que para las mujeres estadounidenses lo importante es si llevan ropa interior de seda bajo sus uniformes. Lo que el uniforme representa, aún tienen que aprenderlo”, declaró a Time Magazine en 1942. Su franqueza y valentía la convirtieron en un ícono para las mujeres en la guerra, siendo una de las 2,000 francotiradoras soviéticas, de las cuales solo 500 sobrevivieron.
Tras la guerra, Pavlichenko regresó a la Universidad de Kiev para completar su grado en historia y trabajó como investigadora para la Marina Soviética. En 1957, durante una visita a Moscú, Eleanor Roosevelt se reunió nuevamente con ella, recordando su gira de 1942 con afecto. A pesar de las tensiones de la Guerra Fría, las dos mujeres compartieron un momento de camaradería, evocando los días en que unieron fuerzas para inspirar a otros. Pavlichenko murió en 1974 a los 58 años, tras sufrir un derrame cerebral. Su legado perdura, no solo en los dos sellos conmemorativos emitidos en su honor, sino en la admiración que sigue inspirando.
Lyudmila Pavlichenko no fue solo una francotiradora; fue una fuerza de la naturaleza que desafió las expectativas y demostró que el valor no tiene género. Su historia, llena de determinación, sacrificio y triunfo, nos recuerda que incluso en los momentos más oscuros, una sola persona puede cambiar el curso de la historia. Mientras el mundo sigue enfrentando conflictos y prejuicios, la “Dama de la Muerte” permanece como un faro de coraje y resistencia, un recordatorio de que la verdadera fuerza nace de la convicción y la acción.