Japón, un país conocido por su avanzada tecnología, cultura vibrante y tradiciones ancestrales, también es hogar de historias profundamente arraigadas que revelan un lado más oscuro y complejo de su historia. Una de estas prácticas, conocida como “ubasute” (姥捨て, que literalmente significa “abandonar a una anciana”), describe una tradición que, según las leyendas, consistía en abandonar a los ancianos, especialmente a las madres, en montañas o lugares remotos para que murieran solos.
La práctica del ubasute está envuelta en un halo de misterio y controversia. Se cree que surgió durante períodos de extrema pobreza o hambruna, cuando las familias se veían obligadas a tomar decisiones desesperadas para sobrevivir. Las leyendas populares describen cómo, cuando los recursos escaseaban, algunas familias optaban por sacrificar a los miembros más débiles, generalmente las mujeres mayores, para preservar la vida de los jóvenes y los más fuertes.
El ubasute es frecuentemente asociado con historias folclóricas y poemas antiguos que narran la desgarradora experiencia de las madres siendo llevadas a montañas solitarias, donde eran abandonadas para morir. Aunque no hay evidencia histórica concluyente que respalde la existencia generalizada de esta práctica, su presencia en el imaginario colectivo japonés ha perdurado durante siglos.
Una de las referencias más conocidas al ubasute es la montaña Obasute-yama, ubicada en la prefectura de Nagano. Según la leyenda, esta montaña era el lugar donde las ancianas eran llevadas para ser abandonadas. Obasute-yama también aparece en la literatura clásica japonesa, como en la colección de cuentos Konjaku Monogatari, que data del siglo XII.
Estas historias a menudo retratan la tragedia y el sacrificio de las madres, quienes aceptaban su destino con resignación, conscientes de que su partida significaba la supervivencia de su familia. Algunos relatos incluso describen cómo las madres dejaban pistas en el camino, como ramas quebradas, para que sus hijos pudieran regresar a salvo.
Aunque el ubasute puede parecer una práctica brutal desde una perspectiva moderna, también se interpreta como un reflejo de las duras realidades de épocas pasadas, donde la supervivencia colectiva a menudo dependía de sacrificios individuales. Esta tradición ha inspirado numerosas obras de arte, literatura y cine en Japón.
La película La balada de Narayama (1983), dirigida por Shohei Imamura, es una de las representaciones más conocidas del ubasute. Ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes, la película explora la complejidad moral y emocional detrás de esta práctica, presentando una visión matizada del sacrificio y la dignidad humana.
Hoy en día, el ubasute no tiene cabida en la sociedad japonesa. Sin embargo, la idea de abandonar a los ancianos persiste de manera metafórica, a medida que las tasas de envejecimiento de la población en Japón aumentan y los sistemas de apoyo social enfrentan desafíos crecientes. Historias de ancianos abandonados en hospitales o residencias para ancianos resuenan como ecos modernos de esta antigua práctica.
El ubasute sirve como un recordatorio inquietante de las difíciles elecciones que las sociedades han enfrentado a lo largo de la historia. Más que una práctica real, su legado en la cultura japonesa simboliza los límites de la resiliencia humana en tiempos de desesperación y la eterna lucha entre la supervivencia y la compasión.