El hombre equivocado con el que meterse: cuando un grupo de matones se peleó con Mike Tyson
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Era una noche más en Los Ángeles, de esas en las que la ciudad bulle de energía y las calles vibran con una mezcla de emoción e imprevisibilidad. Mike Tyson, el legendario campeón de los pesos pesados, estaba ocupado con sus asuntos, disfrutando de una noche tranquila, sin saber que los problemas acechaban a la vuelta de la esquina.
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Un grupo de jóvenes, que claramente buscaban problemas, vio a Tyson y cometió un terrible error: supusieron que era solo otro hombre que caminaba solo. Sus palabras estaban cargadas de hostilidad y sus intenciones destilaban agresividad. El ex campeón mundial, que ahora tenía más de cincuenta años, hacía tiempo que se había retirado del ring, pero el fuego en sus ojos nunca se había apagado.
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Al principio, Tyson hizo lo que mejor sabe hacer fuera del ring: mantener la calma. Había pasado años perfeccionando el arte del autocontrol, sabiendo que sus manos eran armas aún más letales que cualquier cuchillo o pistola que estos punks callejeros pudieran llevar. Pero los hombres, que claramente no sabían con quién se estaban metiendo, tentaron a la suerte.
—Oye, viejo, ¿te perdiste? —se burló uno de ellos, acercándose demasiado. Otro se rió y soltó un insulto racista, pensando que Tyson se retractaría.
No lo hizo.
En cambio, el ex rey de los pesos pesados los miró con la misma mirada que alguna vez provocó escalofríos en la columna vertebral de algunos de los hombres más duros de la historia del boxeo. Pero aun así, no lo entendieron.
Uno de ellos, el más valiente o el más tonto del grupo, se lanzó hacia adelante con la intención de empujar a Tyson. Craso error.
En un instante, la leyenda se movió, sus reflejos aún más agudos que el ataque de una serpiente de cascabel. Antes de que el agresor supiera qué lo había golpeado, el puño de Tyson lo conectó: rápido, preciso y devastador. El hombre se desplomó como un periódico viejo bajo la lluvia.
¿Los demás? Se quedaron paralizados.
Por primera vez esa noche, el miedo se apoderó de sus ojos. La realidad los había golpeado, literalmente. Acababan de pelearse con el maldito Mike Tyson .
—No quiero problemas —dijo Tyson con voz tranquila, casi decepcionada. Pero su sola presencia fue suficiente para que los matones restantes salieran corriendo hacia la noche, arrastrando a su amigo inconsciente detrás de ellos.
Algunos transeúntes, que antes habían tenido miedo de intervenir, estallaron en risas y aplausos. Un hombre, sacudiendo la cabeza, murmuró: “De todas las personas del mundo con las que se podría jugar, ¿lo eligieron a él ? Idiotas”.
Tyson, siempre un caballero, simplemente se ajustó la camisa, sonrió a los espectadores y se alejó; solo otra noche, otra lección enseñada, otro recordatorio de que algunos hombres, sin importar la edad, siempre serán los equivocados con los que meterse.